Fragmento de La enfermedad de la noche
Vestida de varón
Mi hermano Gabriel a los seis o siete años parecía más chico. Era bajito, de pelo largo por debajo de los hombros, lacio perfecto y rubio. Lo confundían con una nena. Una nena vestida de varón.
Una tarde, él jugaba en la calle cuando un tipo que andaba en bici frenó, lo levantó con un brazo, lo sentó en el caño y se lo llevó. Gabriel no preguntó ni se tiró, nada. El tipo tampoco abrió la boca. Hicieron tres cuadras. Pasaron por el frente del campo donde se jugaba a la pelota y mi hermano vio una cara conocida, apenas pudo gritar tío. Mi tío vivía lejos, pero volvía al barrio a visitar, todavía cuenta que no entendió bien qué pasaba, pero dejó la pelota y salió a correrlos. Detrás de él, salieron sus amigos. El tipo de la bici pedaleó más rápido y en la esquina bajó a Gabriel. Mi tío y los pibes lo corrieron varias cuadras más. No lo alcanzaron.
A mi hermano le preguntamos qué pasó y él decía no sé, que el hombre nunca le habló, que no lo conocía. Después se angustió por nuestra insistencia, por la pregunta repetida de mamá: ¿Por qué no gritaste antes? ¿Por qué no te bajaste?
Mi papá ni una palabra, lo sentó en la mesa y le cortó el pelo con la afeitadora.
Las sedes fueron
Apoyaron
Acompañaron