Fragmento de “Pajarito”
Kokorito es un gato de pelo negrísimo, huraño y de siete kilos de peso. Cada cierto tiempo trae en su hocico respingado pájaros en agonía o ya muertos a la casa. Dicen que los gatos traen animales muertos a las casas de sus dueños como una forma de regalo o de trofeo. Quién sabe. Kokorito nunca se come a los pájaros: los tortura, juega con ellos como si jugara con su pelota de lana y al final los deja siempre en mi cama, lugar desde donde últimamente suelo hacer todo, hasta comer.
Kokorito, con sus siete vidas en América y nueve en la Península Escandinava, me regala la muerte, pero yo ya le he visto la cara varias veces y me basta por ahora. Sin embargo, a veces creo que mi gato insiste en que debería ver aun más de cerca a la muerte para que no me pese tanto.
Intuyo también que Kokorito intenta darme un regalo único y extraordinario, pretendiendo que contemple las agonías de esos animales tan pequeños y frágiles y que todo sea un gerundio de latidos, respiraciones, movimientos que se vuelven de pronto pretéritos indefinidos para siempre. Quizá se empeña en que entienda y aprecie (en todo el sentido de la palabra) que ese preciso segundo en que la vida desaparece es único en todo ser vivo y no puede repetirse más.
(En Pajarito)
Las sedes fueron
Apoyaron
Acompañaron